La
historia no es más que un reato de los hechos y en el campo literario de la
dactiloscopia se ha efectuado referencias muchas de ellas de naturaleza
hipotética.
El
proceso histórico de la dactiloscopia generalmente se ha dividido en tres
periodos: prehistórico, empírico y científico.
1.1.
Periodo prehistórico
La
prehistoria es un periodo de la historia universal, que es una denominación
dada a todas las épocas de la historia humana anteriores a la existencia de los
registros escritos, enmarcados en esta
fase a los hombres prehistóricos que dejaron estampadas en paredes objetos, los dibujos que presentaban los
dedos y las palmas de la mano. No se sabe con certeza las razones que indujeron
a estos hombres a hacer lo anterior quizás fueron marcas involuntarias dejadas
por las operaciones manuales en la confección de determinados objetos como:
ladrillos, jarrones, adobes, etc. (Rafael G. Brenes Acuña, 1998)
Se ha
comentado que en una de las grutas, las cuales el hombre debió utilizar como
habitación en época prehistórica, fueron descubiertos dibujos de manos y dedos.
En el Museo Británico de Londres existen tablillas de alfarería babilónica en
las cuales se conservan impresiones digitales, producidas hace tres mil años.
Parece ser que unos contratos de empréstito, fechados el año 782, hallados en
una ciudad del Turquestán oriental enterrados bajo la arena, terminan con las
palabras siguientes: “Ambas partes, encontrando este contrato justo y explícito,
han estampado las huellas de sus dedos como signo distintivo”. Costumbre que
mil años después persistía.
Los
mismos pueblos prehistóricos parecen haber conocido las líneas papilares, Mr.
POIRIER, en la última edición de su
TRATADO DE ANATOMIA, cita el hecho siguiente: “un petroglifo recogido sobre el
lago Kajemkooje (Nueva Escocia) por el coronel GARRICK MALLORY nos muestra una
mano humana donde están indicados con una notable nitidez alguna de las líneas
papilares”. (Turegano, 2012)
1.2.
Periodo empírico
Se
puede ubicar en este periodo a todos aquellos pueblos antiguos, que utilizaron
las impresiones digitales en documentos tales como: pagares, escrituras, etc.,
para dejar firmeza de un hecho o acto. Pero no se conoce ningún sistema o
registro que nos indique que esas impresiones digitales sirvieran como un medio
identificador. Dentro de ellos, cabe destacar los antecedentes comentados a
continuación:
1. En
China y Japón: en las Leyes Domesticas que forman parte de las “Leyes de Taiho”,
escrita en el año 702 de la era Cristiana, basada a su vez en las leyes “Leyes
de Yung-Hwui”, del siglo VII, para poder divorciarse, el esposo debía redactar
de su puño y letra con alguno de los siete motivos que autorizaban el divorcio
( desobediencia filial, esterilidad, relajación de costumbres, celos, lepra,
habladuría y robo), y en caso de no saber escribir, debía estampar su impresión
digital, la cual era considerada como firma.
Periodo
científico
Esta
fase se caracteriza por el uso metódico de las impresiones digitales de los
diez dedos, como medio de identificación personal. Su aplicación constituye un
gran avance en los diferentes cuerpos de policía en todo el mundo, al emplearse
para identificar delincuentes. Hoy en día es destinado legalmente para todas
las actividades públicas y privadas, en las naciones que así lo tienen
establecido.
La
identificación criminal al comienzo del siglo XVII, se basaba en seleccionar
para detective a personas que tuviera buena vista fotográfica, es decir, buena
memoria para recordar fisionomías.
El
fundador de la Sureté (Seguridad Francesa) Eugené Francois Vidocq quien había
llevado hasta los 35 años en una vida delictiva y del criterio que solo los
criminales pueden combatir al crimen, estableció la costumbre de visitar los
centros penales y junto con los investigadores aprovechar el desfile de los
presos (caminar en círculos) para educar la memoria visual, recordar rostros y
familiarizarse con los rostros de los delincuentes.
Durante
este siglo, comienza a utilizarse el registro fotográfico para retener los
rostros de los criminales. No obstante, estos registros fotográficos no se
mantenían al día, y así en el edificio parisiense de la Sureté se amontonaban
unas ochenta mil fotografías y unos cinco millones de fichas en donde se
describían algunos datos personales. Esto ocurría en el año de 1879.
En
este estado tan lamentable estaba la Sureté francesa, cuando el día 15 de marzo
de 1879 entró a laborar Alphonse Bertillón como escribiente auxiliar y
destinado a la sala encargada de las fichas de los criminales franceses.
Poco
tiempo después de haber ingresado a trabajar en esa institución, empezó a confeccionar
lo que luego se convertiría en el primer sistema de identificación, para
ordenar y registrar las fichas con las mediciones de diferentes partes del
cuerpo de los detenidos. Este sistema fue conocido como Sistema antropométrico
de Bertillón, extendiéndose casi por toda Europa. Con el tiempo fueron dándose
cuenta que el Bertillonage tenía una serie de fallas o insuficiencias, pero no
había surgido hasta el momento ningún otro sistema que lo viniera a reemplazar.
(Rafael G. Brenes Acuña, 1998) .
En el
año de 1856 José Engel, en su obra Tratado de desarrollo de la mano humana, determino
que las crestas papilares concretan y definen sus diseños a partir del sexto
mes de vida intrauterina.
En
1958 por su parte, el administrador en jefe de la corona británica del distrito
de Hogghiy de Bengala (India), sir William Herschel, comenzó a utilizar en
forma práctica las impresiones digitales en la autentificación de contratos. Su
empleo no fue con fines de identificación, ya que no parece que hubiera tenido idea, en ese momento, que
una impresión sirviera como sistema de identificación, sino más bien como un
sentido místico, aprovechando la idea de los Hindúes, quienes al igual que lo
chinos, atribuía a cualquier huella o impronta corporal, una obligatoriedad
mucho más fuerte que a la de una firma. Posteriormente, implementó este método
también con los presos; para los tramites del servicio de pensiones y en el
registro de defunciones, debido a que sus experiencias personales le habían
hecho comprender que estos dibujos constituían un sello personal por
excelencia. A través del cotejo de sus
propios dibujos digitales, tomados con un intervalo de 28 años, describió otro
concepto fundamental: la perennidad, es decir que esas conformaciones mantienen
siempre sus diseños, conservándolos en forma inalterables.
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